Los acuerdos Gobierno - PRI en época de Fox y Dulce Sauri
Ahora ya sabemos exactamente cómo estuvieron las cosas con respecto al IVA generalizado que no se aprobó ni en el 2000 ni en el 2009. Se mantuvo, en cambio, en taza cero para alimentos, libros, colegiaturas, medicinas y otros. ¿Por qué? ¿Nos convenía o no?
Cuando Fox llega al poder en 2000, el individuo, ya como presidente, descubre una situación muy diferente de la que se imaginaba en los puestos que había tenido anteriormente. Descubre que el margen real de maniobra del gobierno federal era bastante restringido. Recursos para hacer que la economía se activara y creciera a mayor velocidad, ¡no existían! El FOBAPROA —aprobado por legisladores panistas y priistas en 1996— se tragaba cualquier fondo que habría podido servir para activar el crecimiento de la economía.
Los países crecen cuando ahorran. Los impuestos manejados con eficiencia, inteligencia, responsabilidad administrativa y sin populismo, son ahorro. Si algo tuvo el gobierno de Vicente Fox es no ser un gobierno fiscalmente irresponsable, sino todo lo contrario, y eso lo sabemos por indicadores contundentes: crecimiento de la reserva, disminución de la deuda pública externa, ahorro efectivo del gobierno, pago puntual constante a proveedores, entrega puntual de participaciones a todos los estados, aumento en las participaciones (sin contar lo posible por el alto precio del petróleo).
Dulce Sauri y su grupo político, los priistas, pueden decir cientos de argumentos para sostener su radical postura de no aceptar el IVA generalizado propuesto por el gabinete económico de Vicente Fox. Pero la verdad histórica es única: se perdió un momento de alta popularidad de un mandatario, que en forma honesta y pensando más en el futuro del país que en el suyo personal, proponía una elevación de la participación de los mexicanos —como porcentaje del producto interno bruto— por medio de los impuestos al consumo, en este caso, el IVA.
El plan de Fox era integral: incluía la devolución, "con pilón" —como nos lo recordó Dulce en su artículo y nosotros lo hemos dicho en múltiples ocasiones— a esas familias clasificadas como las más pobres de México.
El argumento de los priistas fue, es y será —hasta que ellos mismos lo deban aprobar— simplista, populista, electorero y perjudicial para el país. Los priistas sabían que aprobar el IVA generalizado le habría dado a Vicente Fox un tremendo margen de maniobra y una gran oportunidad para provocar un crecimiento más acelerado del país, además de contar con mayores elementos para que el estado mexicano combatiera la pobreza.
Hay 2 maneras de hacer que el gobierno tenga recursos: la sana y la enfermiza. La sana es por medio de impuestos cobrados a quienes demuestran tener la capacidad de comprar algo. La enfermiza, contrayendo deuda pública o imprimiendo billetes —con la consecuente generación de una gran inflación. El plan de Vicente Fox era perfecto para que México hubiese entrado a un periodo de franco desarrollo, crecimiento y alta competitividad en el mundo.
El ahorro de todos los habitantes de un país es lo que permite el crecimiento exponencial del mismo. Este ahorro puede ser vía impuestos usados efectivamente para activar otras áreas geográficas o grupos sociales, o bien, vía las empresas que venden, ganan y reinvierten —en vez de retirar dividendos y colocarlos en paraísos fiscales.
Cuando un país tiene una economía ágil, proliferan las empresas privadas altamente productivas, al grado tal de necesitar recursos del público. Éste, con su ahorro personal, compra acciones de esas empresas. En esa forma, conforme las empresas crecen, los ahorros ganan altos porcentajes, en vez de las ridículas cantidades que pagan los bancos cuando no estamos en un sistema económico inflacionario —caso de México a partir de los gobiernos panistas.
La confianza del público en colocar sus ahorros en empresas privadas dependerá, también, de la honestidad y eficiencia de los empresarios. En México invertir en acciones de empresas se convirtió en un muy mal negocio por la falta de honestidad de los empresarios que en algún momento tuvieron la oportunidad de poner esos recursos a ganar —haciendo crecer sus empresas— y en vez de ello, se dedicaron a ver la manera de huir del panorama llevándose los recursos entregados en la compra de acciones.
En México, pues, no existe incentivo real para ahorrar. No hay manera de hacer que el ahorro se convierta en algo productivo y crezca. Por lo tanto, el gobierno tiene que obligar a los ciudadanos a ahorrar y esto sólo se puede hacer vía el cobro de impuestos. De los impuestos, los más directos y fáciles de cobrar son aquellos que se tazan sobre las compras de los ciudadanos.
En México necesitábamos 2 cosas que el PRI de Dulce Sauri —y todos los demás PRIs, incluyendo el de la señora Beatriz Paredes— mató. Estas dos cosas son: 1) un sentido de responsabilidad ciudadana generalizado al hacer que todos los mexicanos paguen algo de impuestos, aunque sea muy poco y 2) un gobierno con margen de maniobra como para apoyar efectivamente el crecimiento económico acelerado.
En vez de ello, se han desperdiciado los sexenios panistas porque a la Virgen De Guadalupe se le olvidó algo muy importante —aunque se le acordó mantener a Cuba subdesarrollada por 50 años para darles "chance" a los mexicanos— entender por qué, si votaban por el presidente del partido A, también deberían votar por los legisladores del partido A.
El PRI y el PAN no son adversarios políticos, sino enemigos —por lo menos, el PRI, así lo ha demostrado. Y el PRI, al declararse enemigo del PAN en los hechos, no es de éste que lo es, sino que toma el papel histórico durante el siglo 21 de enemigo número 1 de México.
Y por último es obligatorio comentar que los panistas han pecado de ingenuos o de tontos. Fueron ingenuos cuando creyeron que el PRI apoyaría lo que fuera bueno para México. Fueron tontos cuando actuaron como creían que los del PRI lo harían. Es decir, fueron pésimos imitadores del priismo.
A los mexicanos nos toca entender con claridad este panorama. Pero los resultados de las elecciones del 2009 nos hablaron muy claramente: nadie ha entendido nada. Vive el mexicano en la ignorancia política total; cree ahora que todos son "mafiosos", malos, mentirosos, ineptos, corruptos. Cree el mexicano, además, que así habremos de ser siempre.
Y no es correcto ni conveniente que "el mexicano" crea eso. Pero, ¿quién le abre los ojos y el entendimiento al mexicano?
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