No señor, la cosa no es así

Por más grande que sea la tristeza de ver morir un vástago, usted, señor —no entrecomillado— está equivocado. No son así las cosas.

Usted les pide a los criminales que hagan el favor de continuar siendo criminales pero aplicando un “código de ética”. Sí, eso es lo que usted les dice.

Y usted le dice al gobierno que deje de … ¿de qué, señor? ¿De aplicar la ley?

Don Javier Sicilia, usted está lleno de pasión, de desprecio y de odio. Es incapaz de darse cuenta de que el calificativo mediático a la lucha del presidente de México en contra del crimen organizado es solo un esfuerzo más —que está dando muy “buenos” resultados— para sobajar al máximo al político que logró conquistar a una buena parte del electorado mexicano y que ha cumplido cabalmente su labor de gobernante.

La lucha armada fuerte que se les está dando a los criminales que usted dice que tienen el “ligero defecto” de haber perdido su “código de ética”, es algo que debió haberse hecho desde hace muchos, pero muchos años o décadas. Se había pospuesto porque era más “redituable” para la persona individual de cada político de otros momentos —esos momentos en que los medios no podían decir lo que no tuvieran permiso de decir— tranzar con los criminales que combatirlos.

El que esto escribe está genuinamente convencido de que entre las sustancias “prohibidas” hoy por la ley —es decir, que no se pueden producir y comercializar— está la marihuana. Esta sustancia no merece ser tratada como malévola. Punto. No hay más que decir, excepto que el trato que tiene hoy en nuestro país es consecuencia del trato irracional e idiota que tiene en los Estados Unidos. En ese país muchos productores han perfeccionado el método para generar variedades “perfectas”. Solo están esperando que la ley se vuelva “racional” e inundarán los mercados con su ya perfeccionada marihuana. Se calcula que la violencia es 85% generada por acciones contra productores o distribuidores de marihuana. El resto —15%— es violencia dirigida a las otras sustancias consideradas nocivas al ser humano.

Yo no estoy al tanto —no se si usted sí lo esté— de por qué los grandes de los gobiernos no se logran poner de acuerdo en este problema. Pero este es otro tema, muy importante y subyacente al tema que nos ocupa.

Los criminales combatidos abierta y frontalmente por decisión del presidente Calderón no están sujetos a ver si se les aplica o no la ley. Esa es la forma “cultural” que hay que combatir en México: la ley es la ley. O se obedece o se modifica. Los que están, hoy por hoy, produciendo o pretendiendo distribuir sustancias prohibidas, están sujetos a que la ley se les aplique. Si se esconden y se arman, están sujetos a que se les localice y se les persiga y se les trate de aplacar con armas semejantes a las que ellos están usando.

Ya BASTA, con letras muy grandes, oscuras, gruesas y definitivas, de “negociar” las leyes. Eso es lo que hizo el régimen que se acabó en el 2000 durante muchos años: negociar la ley y usarla solo para combatir a los que no les convenían.

El presidente Calderón tiene la obligación de aplicar la ley. Él ni siquiera puede cambiarla: puede sugerir que se cambie pero, finalmente, son congreso y senado los órganos encargados de estudiar, evaluar y modificar las leyes. Ellos son los órganos que, en un momento dado, podrían ya estar estudiando la manera de que la guerra no se tuviera que producir. No lo han hecho: sólo han criticado que el presidente haga lo que tiene que hacer para que la ley se aplique. No es casualidad que esos órganos son mayoritariamente poblados, hoy, por gente que no es afín políticamente al presidente Calderón, por gente a la cual “le conviene” que usted y yo pensemos que está mal todo lo que hace Calderón.

Los insultos del Sr. Sicilia en contra de “los políticos” —generalizando en forma poco inteligente a los que de esa actividad se ocupan— no están siendo equilibrados ni ayudando a que los mexicanos entendamos lo que en realidad está pasando. Sicilia no ve las cosas como si viviera en una sociedad con leyes, sino como si viviera en una sociedad de negociación siciliana, mafiosa, sin leyes ni órganos para modificarlas. ¿No se da cuenta? Lo peor es que personas como él no se dan cuenta ni ayuda a que la demás gente se dé cuenta.

Con su rabieta —muy bien fundada desde el punto de vista emocional— no está ayudando en nada a que las cosas mejoren en este país de “simulaciones tradicionales”. Con su rabieta Sicilia “tapa el sol con dedo” al impedir que se vea que lo que el presidente hace no es sino aplicar la ley sin negociación; pero la ley no es para negociar, es para aplicar. Es esa misma ley que las “corporaciones políticas” tradicionales, como el sindicato de “La Maestra”, impiden que se apliquen, porque solo aceptan que se negocien. Es precisamente porque las leyes y los reglamentos continúan siendo objeto de negociación que México continúa siendo un país de mediocres.

El senado y el congreso —este último poblado de individuos mayoritariamente en contra del presidente Calderón— ya podrían haber estudiado, sugerido, perfeccionado y aplicado una ley que impidiera el combate a los que hoy están rompiendo la ley. ¿Por qué insistimos en pedir que la ley se negocie en vez de que se cumpla al pie de la letra? La gente del senado y el congreso está capacitada para legalizar las sustancias —como la marihuana, que realmente, no hace mal a nadie: nadie ha muerto por usar la marihuana en forma alguna— que están provocando la guerra.

La gente del senado y el congreso podría ya haber estudiado la forma de hacer que los Estados Unidos de América actúen en forma inteligente y a favor de los derechos individuales de la gente del mundo impidiendo en forma eficaz que las armas pasen por sus fronteras y entren a México para nutrir a los grupos criminales que son los únicos que todos los mexicanos debemos combatir, apelando o no a ese “código de ética” que Sicilia lamenta que hayan perdido.

Calderón es un ejecutivo presidencial: tiene la orden, el deber, de aplicar las leyes y de combatir la criminalidad. Yo pediría que se salga del cargo si no estuviera haciendo lo que ahora está haciendo. La lucha, Sr. Sicilia, no es contra el gobierno. Hoy el gobierno es emanación de la ciudadanía: ya no es más producto de dedazos heredados de “descendientes” de Huitzilopochtli o algún “Gran Tlatoani”. Entremos a la realidad; no dejemos que nuestro país se salga de las manos de nosotros, los ciudadanos. Qué, ¿es tan difícil entrar a la realidad y entenderla como realmente es? ¿Deseamos subconcientemente ser tratados paternalísticamente como lo fuimos durante todo el siglo 20? En esas épocas usted no habría podido pronunciar ni 5% de su discurso, ¿se da cuenta?

Necesitamos armas sofisticadas y advertir que se usarán si no se rinden. Lo que hay que pedirles a los criminales es que se rindan. Ellos tienen que entender que su negocio ya se acabó porque han cometido demasiados crímenes y no hay manera de aplicarles amnistía alguna. La continuación de la violencia depende de que esta gente criminal entienda que la lucha ya no la pueden ganar.

Yo prefiero una revolución —con pérdida de derechos ciudadanos durante un tiempo— que sin tregua combata a estos grupos. Los Estados Unidos de América tienen que convertirse en aliados nuestros en esta lucha y olvidarse, por un rato, del jugoso negocio de su venta de armas a criminales mexicanos.

La actuación de los criminales es semejante a la actuación del niño mimado, ese que les pega a sus padres en público porque se han negado a comprarles la paleta, ese niño grosero que le jala la falda a la madre y le pega de gritos en el parque para ejercer presión sobre la señora y que esta acceda, por medio del chantaje, a la compra del juguete o la golosina. ¿No se da cuenta, Sr. Sicilia?

Los criminales están haciendo el papel de “niños mimados”, pero acorde con su edad y alcance de acciones. Ya no le “jalan la falda” a mamá, sino matan a inocentes para ver si así “les compran su paleta”. ¿Qué código de ética puede usted esperar de esta nula calidad de seres vivientes?

Usted tiene derecho a decir las pendejadas que desee; ese mismo derecho me asiste a mí. Lo que nadie puede hacer es impedir que usted o yo tengamos y ejerzamos ese derecho. Los “niños mimados”, que en vez de “jalar la falda de mamá” asesinan con armas de potencia grave metida por contrabando a territorio mexicano —como producto de la corrupción de los Estados Unidos de América— son los que están queriendo impedir que su “territorio” sea tocado.

Es hora, eso sí, de que los mexicanos nos unamos al gobierno que decide que la ley debe respetarse y no negociarse. Si no entendemos este valor, somos borregos, sensibles a la mediatización politizada que solo persigue la visión negativa de cualquier esfuerzo genuino y con valor del gobierno de determinado “color”, combatido por los políticos de “otros colores”.

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