Impuestos automáticos para México
Es obvio que la tecnología informática que hoy existe permite que las contribuciones del ciudadano se conviertan en un asunto automatizado y no en un "juego" a ver quién logra ser más "vivo". Siempre se han llamado "impuestos" porque son pagos que se imponen sin alternativa para el ciudadano.
No tiene mucha lógica que un pago impuesto tenga la posibilidad de ser del monto acorde con lo que el ciudadano declare. Se convierte en una especie de juego. Con voluntad e imaginación, se puede resolver casi de inmediato. México tiene ya los elementos para atender este problema.
La iniciativa quizás debió ya haber surgido de los representantes populares —diputados. Pero el asunto, ¡no se ha dado! Parece ser que la imaginación de los que han llegado a las cámaras —esos 500 que tanto son criticados por no ser tan útiles que se diga— no es muy amplia en este sentido.
El sistema fiscal mexicano debe prescindir, por ley, del concepto de declaración. Este concepto se presta a una especie de juego en que una parte reta a la otra. Contribuir no debe estar sujeto a un juego, "a ver quién es más capaz de burlarse". Contribuir debe ser un asunto serio, acordado por todos y totalmente automático. Las computadoras unidas entre sí por La Red deben ocuparse de aplicar leyes basadas solo en sencillos cálculos aritméticos.
El "cómo" está fuera del alcance de este espacio. Podemos comenzar sugiriendo que todos los ciudadanos mexicanos, sin excepción, habrían de estar sujetos a una prohibición de operaciones en efectivo mayores de cierto monto. Hoy, son muchos más los negocios —comercios o centros de servicio— sujetos a funcionar en ambientes dotados de conectividad, que los que no. Sí, es obvio, habrá excepciones. Habrá que reglamentarlas.
Nadie puede ser obligado a contribuir con lo que no tiene. El sistema aplicaría los principios de la Constitución: contribuciones equilibradas, justas, de acuerdo con las legítimas posibilidades del contribuyente. Quien más gana y más eroga en forma de gasto, contribuirá con más. El asunto central, el cambio principal, radicará en la automatización de los ingresos al estado: estos se tomarían según la estructura de los movimientos en las cuentas. La entidad productiva que pague según ingrese; la entidad final, que pague según erogue.
Cuando hay voluntad, abunda la imaginación. ¡Abramos la mente y liberémonos de ataduras que nos impidan progresar!
No tiene mucha lógica que un pago impuesto tenga la posibilidad de ser del monto acorde con lo que el ciudadano declare. Se convierte en una especie de juego. Con voluntad e imaginación, se puede resolver casi de inmediato. México tiene ya los elementos para atender este problema.
La iniciativa quizás debió ya haber surgido de los representantes populares —diputados. Pero el asunto, ¡no se ha dado! Parece ser que la imaginación de los que han llegado a las cámaras —esos 500 que tanto son criticados por no ser tan útiles que se diga— no es muy amplia en este sentido.
El sistema fiscal mexicano debe prescindir, por ley, del concepto de declaración. Este concepto se presta a una especie de juego en que una parte reta a la otra. Contribuir no debe estar sujeto a un juego, "a ver quién es más capaz de burlarse". Contribuir debe ser un asunto serio, acordado por todos y totalmente automático. Las computadoras unidas entre sí por La Red deben ocuparse de aplicar leyes basadas solo en sencillos cálculos aritméticos.
El "cómo" está fuera del alcance de este espacio. Podemos comenzar sugiriendo que todos los ciudadanos mexicanos, sin excepción, habrían de estar sujetos a una prohibición de operaciones en efectivo mayores de cierto monto. Hoy, son muchos más los negocios —comercios o centros de servicio— sujetos a funcionar en ambientes dotados de conectividad, que los que no. Sí, es obvio, habrá excepciones. Habrá que reglamentarlas.
Nadie puede ser obligado a contribuir con lo que no tiene. El sistema aplicaría los principios de la Constitución: contribuciones equilibradas, justas, de acuerdo con las legítimas posibilidades del contribuyente. Quien más gana y más eroga en forma de gasto, contribuirá con más. El asunto central, el cambio principal, radicará en la automatización de los ingresos al estado: estos se tomarían según la estructura de los movimientos en las cuentas. La entidad productiva que pague según ingrese; la entidad final, que pague según erogue.
Cuando hay voluntad, abunda la imaginación. ¡Abramos la mente y liberémonos de ataduras que nos impidan progresar!
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