Libertad de Expresión, derecho manoseado
Ayer fue 7 de junio de 2013, día que el ex presidente Miguel Alemán Valdés instauró como para celebrar la Libertad de Expresión en México. Hoy, día 8, después de 24 horas de más o menos pensar qué se puede decir del tema, escojo lo que expongo.
Los mexicanos siempre encontramos la manera de hacer elásticas las leyes, así como también las obligaciones, pero sobre todo los derechos. En esta forma, el derecho a la Libertad de Expresión, se ha convertido en tema de polémica: cada quien desea que esa libertad se extienda hasta donde le convenga al que quiere hacer uso de ella.
Así, la libertad de expresión se ha convertido en un caos politizado de información falsa o escogida verdadera, para hacer que personas, cosas, eventos, entidades, grupos, etc., parezcan lo que el comunicador quiere, y no lo en realidad son.
Así, los políticos le temen a esa libertad y andan viendo cómo mantienen tranquilos a los que manejan los medios. Los políticos saben que en el momento que lo deseen, los comunicadores capaces pueden lanzar textos llenos de verdades a medias —la forma más peligrosa de decir mentiras— que se mezclan con sucesos muchas veces sin ninguna relación con quien mencionan.
Pero es lo que permite la Libertad de Expresión. Y mucho cuidado con que alguien ose sugerir que esa libertad debe ser “regulada”. No, ¡por favor! ¡Esa sería un sugerencia sacrílega! Aunque hoy por hoy, todos los días, el pésimo uso de esa libertad está generando ciudadanos muy mal informados, incapaces de tomar decisiones colectivas de valor para sus comunidades.
Vivimos en un sistema de escasez: nada es infinito en nuestro sistema. Por lo tanto, el “pastel” debe ser cuidadosamente distribuido entre todos los que más o menos van justificando su derecho a un pedazo —o varios. La Libertad de Expresión se usa para comunicar las cosas de tal forma que los intereses de quienes comunican sean los que queden mejor parados. Hay que hacer que “se vean bien” las entidades que dan provecho a los comunicadores, ¿no es así?
El argumento es muy sencillo: el comunicador vive de lo que le pagan los que tienen interés en publicar algo en sus medios. El único comunicador libre es el que puede realmente decir lo que piensa, aquello en lo que está honestamente convencido y que no tiene nada que ver con los intereses de las entidades que protagonizan los escritos. Esto es posible cuando el medio solo es aprovechado como vehículo para llevar mensajes comerciales, en donde la calidad de lo que se anuncia es responsabilidad de quien lo anuncia.
Pero, ¿qué ha pasado en el país? Que los políticos de colmillo largo, han encontrado la manera de dominar a las entidades comerciales, de tal forma que las centrales de medios solamente utilicen medios que publiquen contenido “amigable” con los políticos en turno ejecutivo.
Y eso, ¿es legal? Eso es canallesco; en un mundo perfecto jamás podría ser legal. Pero México está lejos de ser una cultura perfecta. En algunas culturas modernas existirían maneras de acudir a instancias legales y acusar a los políticos que actúen en esa forma. El dinero público que se use para comunicar al ciudadano lo que sus gobiernos hacen, debe ser equitativamente distribuido entre todos los medios.
La realidad es que la calidad de la Libertad de Expresión está en manos de la ética de los directores de medios. Ellos y ellas son quienes pueden hacer de la información en México, algo que genere una nación mejor, o algo que continuará estancado en callejones culturales que no parecen tener fin.
¿Qué puede hacer el público en general? Sencillo: favorecer la lectura de medios que demuestren ética simple en la manera de tratar cualquier tema o cualquier postura política. El rechazo de la lectura de medios que no pueden ser considerados objetivos o éticos, provocará el triunfo del sitio que en forma más equilibrada y ética expone información.
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